A pocos meses de concluir su mandato, el presidente Luis Arce Catacora brindó este miércoles su último discurso por el 6 de agosto en conmemoración del Bicentenario de Bolivia. Lo hizo en tono épico, apelando al relato histórico del proceso de cambio que lideró el Movimiento al Socialismo (MAS), exaltando los logros de su gestión y presentando una narrativa optimista sobre el futuro del país. No obstante, el mensaje estuvo marcado por ausencias importantes, especialmente respecto a la delicada situación económica actual.

En la actualidad, el país vive una crisis económica por la escasez de dólares la falta de combustible, además de un alza en el precio de los alimentos de la canasta básica. A esto se suma la tensión política a menos de dos semanas de las elecciones presidenciales. Los primeros sondeos de intención de voto, apuntan a un cambio de timón, después de casi dos décadas de gestión del Movimiento Al Socialismo (MAS) que detenta el poder desde 2006.

Discurso

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Arce afirmó que Bolivia cuenta hoy con “una economía de base ancha y diversificada”, y que la industrialización en marcha representa el camino hacia la independencia económica. Aseguró que su administración deja más de 60.000 obras públicas, un sistema único de salud fortalecido y una infraestructura vial y educativa ampliada.

 “Entregamos más de 1.200 infraestructuras educativas, 10 hospitales equipados, tres centros de medicina nuclear y 85.600 viviendas”, detalló.

También destacó que se iniciaron 56 proyectos hidrocarburíferos —18 de ellos exitosos—, y presentó como uno de los mayores logros el descubrimiento del pozo Mayaya, que según dijo, figura entre los 10 hallazgos más importantes del mundo en 2024. En el plano internacional, mencionó la incorporación de Bolivia a los Brics y el Mercosur como avances estratégicos para posicionar la economía en nuevos escenarios globales.

Un balance sin autocrítica

El discurso, sin embargo, evitó referencias concretas a los desafíos económicos más urgentes: la escasez de dólares, la falta de combustibles, las dificultades de importación, la pérdida de confianza del sector privado y el deterioro de las reservas internacionales netas, que se encuentran en sus niveles más bajos en dos décadas.

Aunque reconoció que existen “dificultades coyunturales” y mencionó “presión sobre las divisas” y “especulación de precios”, las minimizó al asegurar que “no reflejan debilidad, sino el esfuerzo que implica transformar el país”. 

Tampoco hubo mención a las tensiones internas en el Legislativo que han trabado proyectos económicos claves, ni al aislamiento político que ha enfrentado el Ejecutivo dentro y fuera del MAS.

En contraste con el tono triunfalista, distintas voces del ámbito económico han alertado sobre señales de estancamiento. Recientes reportes empresariales —como el de la Federación de Entidades Empresariales de Cochabamba— advierten que Bolivia atraviesa un ciclo de baja inversión, elevada informalidad y fuga de capitales. La deuda externa ha aumentado y el déficit fiscal persiste.

Pese a ello, el gobierno ha mantenido políticas de subvención —especialmente en combustibles— que resultan insostenibles sin ajustes estructurales.

Industrialización en entredicho

El presidente presentó la industrialización como el legado más importante de su gestión, enumerando más de 170 plantas industriales construidas o en construcción. No obstante, muchos de estos proyectos han sido cuestionados por su bajo nivel de ejecución, retrasos o falta de impacto económico real. Algunas plantas, como las de biocombustibles, aún no operan a plena capacidad, y persisten dudas sobre su rentabilidad y sostenibilidad.

Además, el modelo de sustitución de importaciones, uno de los pilares de su política económica, enfrenta obstáculos estructurales: falta de competitividad, rigidez en el tipo de cambio y un sistema financiero con baja liquidez en moneda extranjera. Los datos oficiales muestran que el comercio exterior se ha desacelerado y las importaciones han disminuido, no por aumento de la producción interna, sino por restricciones en el acceso a divisas.

Una gestión marcada por la confrontación

El discurso también apuntó contra la oposición, a la que acusó de sabotaje económico, bloqueos, intentos de desestabilización y un “fallido golpe de Estado”. Arce insistió en que su gobierno ha actuado con “unidad, compromiso y coraje”, y que la respuesta ante cada crisis fue “trabajo y acción”. 

A pesar de los problemas, aseguró que Bolivia es hoy “el país más seguro de América Latina”, y que el proceso de cambio sigue vivo en la conciencia del pueblo.

Invitó a todos los sectores a sumarse a la construcción de una nueva era en el Bicentenario. “Nuestro legado es haber sentado las bases de una economía diversificada, una Bolivia industrializada que ya no se rinde”, concluyó.

¿Y ahora qué?

Luis Arce se despide en medio de un país polarizado y con un modelo económico en debate. Aunque su discurso proyectó una visión de estabilidad, los desafíos estructurales no resueltos —como la reforma fiscal, la sostenibilidad del gasto público y la necesidad de atraer inversión privada— siguen en el aire.

A 200 años de su independencia, Bolivia se encuentra en una encrucijada. El balance del presidente marca un cierre de gestión enfocado en lo simbólico y en el legado político, pero deja más preguntas que respuestas sobre la viabilidad futura del modelo económico que él mismo diseñó.

El Deber

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